(¿?)

Fumador I: ausente.

Tan ausente que en sus ojos no quedaban rastros de expresión. No tenía un pasado ni un futuro. Sentado ahi sin pensar, sin percibir su alrededor. Tal era su falta de expresión que a primera vista parecía que su motivación nunca se había dignado en aparecer. Fumaba con desgano, como si ni siquiera eso le generara satisfacción. Hacía pequeños aros de humo y los rompía con otra bocanada. Los miraba irse, desvanecerse. Seguía ausente, con una pesadumbre que de a ratos le hacía caer los párpados, pero sin sentir sueño. Estaba cansado pero, ¿de qué? La monotonía no lo afectaba, la vida en la ciudad no lo atraía. Como si su imaginación fuera de color azul, un azul oscuro, color noche. No negro, no. No estaba muerto por mas que esa impresión diera. La muerte tampoco lo tentaba, solo era parte de un devenir que lo esperara o no iba a llegar igual. Su mente trabajaba con desgano, sin buscar resultados a problemas inexistentes. Parecían sus ideas un montón de engranajes gastados que giraban autómatas, como si su única motivación fuera la de dar vueltas una y otra vez. Pero en ese momento, rotundo e impredecible, lo asalta la sorpresa. Sus engranajes giraron fuertes, furiosos, buscando algo sin saber que buscar. Notó, poseído por el miedo, que su cuerpo se volvía humo. Sus pies ya no estaban. Sus manos comenzaron a desvanecerse y dejaron caer el cigarrillo que, al no tener ya sus piernas, choca sin ruido contra el suelo. No sabía que hacer, pero... ¿Si ese era su propósito? Se inhaló a si mismo con sus labios a medio desaparecer y se sopló con forma de aros de humo que algún techo habría interceptado, pues cuando quiso inhalar nuevamente para romperlos sus labios se esfumaron.

Fragmento de un libro genial. (no entiendo por qué se publica como un bloque sin párrafos ¬¬)

"Las acacias de la calle Independencia lloran sin pena sus diminutas flores que al extenderse sobre el polvo de la plazoleta central imponen en contra de los opacos jirones vespertinos una alfombra de vivo tono amarillo. Algún farol tempranero pestañea tímidamente entre el follaje que el viento mece cansino, y un tronco añoso sirve de apoyo al azoramiento embelesado de la muchacha que esconde los reflejos de su dicha íntima detras de sus párpados semicerrados para escuchar las dos únicas palabras antiguas que nunca envejecieron. -Te quiero.- En la cálida prisión de las manos recias de Jacinto, las de Alicia, ajadas y oscurecidas por el tinte indeleble del cuero, se afinan y empequeñecen temblando bajo el efecto mágico de la sangre removida que le pone un nuevo azul en las venas. -...te quiero, apesar de mis esfuerzos por olvidarte. No puedo ser hombre de hogar. Ando en otras cosas... Mis afanes pertenecen a todos los que sufren, y tengo que luchar por ellos. En eso estoy, y no puedo decirte como. Mi padre cree que soy un vago... ¡Pobre viejo! Que sabe él de mi trabajo en la sombra, de mis horas sin sueño ni descanso, Cuando esté libre, cuando sea realidad nuestra esperanza, entonces podré hablarte como merecés, decirte lo que estas esperando... -Yo no espero nada, Jacinto. Tampoco soy libre. Y lo mismo que vos, lucho por algo... Mi sacrificio es más pequeño, pero ocupa toda mi vida... Nunca pensé en un hogar mío y tuyo... Soy feliz así, oyéndote decir que me querés... porque es la única alegria que tengo.- Desde la tupida fronda de las acacias siguen cayendo sin pausa las florcitas amarillas, que asientan en la cabellera de la muchacha como perfumadas estrellitas de oro."

Oro bajo - Joaquin Gómez Bas.

Fa.

Nada. Cuando no tenés nada que pensar, nada que hacer. Ves como todo sucede alrededor sin entender como no te sucede a vos. Sin entender por que todos tienen algo que hacer, por que tenés tanto espacio desocupado, ni siquiera lo llenás con boludeces, solo está vacío. Te molesta, aun asi no haces nada.. Entonces, agarrás, te pones las pilas y decis: "Aventuraaaaaaaaaaaaaaaate."

Colorblind

Rainbows!

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